Douglas Groce Corrigan se hizo piloto en los años 20, a la edad de 19 años, enganchado como tantos otros jóvenes norteamericanos de la época por el sueño de volar. Su fama posterior, a diferencia de otros famosos aviadores contemporáneos, la consiguió de una tan forma curiosa que se granjeó el cariño y la admiración del público, además de algún que otro chiste y carcajada.
Douglas Groce Corrigan
Corrigan nació en 1907 en Galveston (Texas – USA). Hijo de un ingeniero de la construcción y una profesora, comenzó su infancia viajando con su familia debido a la profesión de su padre. Finalmente, sus padres se divorciaron, y después de pasar temporadas con uno y otro, se estableció con su madre definitivamente en Los Ángeles. Allí comenzó a trabajar en la construcción con la intención de formarse como arquitecto. Hasta el momento, nada presagiaba su futuro en la Aviación.
Pero un domingo por la tarde, en octubre de 1925, Douglas decidió visitar el aeródromo local. Por 2,5 dólares, contrató un vuelo turístico de 10 minutos en el aeropuerto de Los Ángeles que en aquellos días era operado por B.F. Mahoney y Claude Ryan. Eso cambió su vida.
Al domingo siguiente volvió y contrató su primera lección de vuelo. Después, se convirtió en un habitual del aeródromo los fines de semana, realizando sus lecciones de vuelo y ayudando a los mecánicos el resto del tiempo.
Douglas realizó su primer vuelo en solitario un domingo 25 de marzo de 1926. Después diría que aquel había sido el día más importante de su vida.
Ryan y Mahoney pronto dejaron de operar en Los Ángeles y se trasladaron a San Diego donde fundaron la Ryan Aeronautical Company, en la que ofrecieron un empleo de mecánico al joven Corrigan. Cuando Douglas Corrigan se incorporó, enseguida comprobó lo precario e incierto de la empresa. El hangar donde estaba instalada contenía media docena de aviones a medio terminar debido a la cancelación de los pedidos. Pero un encargo inesperado revertió la situación. Se recibió un telegrama de un tal Charles A. Lindbergh de Sant Louis, preguntando si Ryan Aeronautical podría construir un avión capaz de un vuelo transatlántico. Ryan y Mahoney, entusiasmados, respondieron que podrían tener listo un avión apropiado en dos meses y a un coste de 10.000 $. A Lindbergh le agradó tanto el precio como el plazo de entrega y se dirigió a San Diego para visitar la factoría.
En febrero de 1927, Corrigan vio a Mahoney hablando con un joven alto y delgado. Corrigan, junto con un mecánico, se dirigió a la pista para preparar un avión con el fin de que aquel espigado jovencito lo probara.
Mientras caminaban hacia el aparato, el mecánico que le acompañaba exclamó: “Ese es el colega de St. Louis, el que quiere volar de Nueva York a París”. Corrigan echó un vistazo a Charles Lindbergh y exclamó: “Dios, si parece un granjero...¿seguro que sabe volar?”.
Arrancaron un Ryan M-1, pero Corrigan observó que el motor no sonaba demasiado bien. “Está bien”, dijo Lindbergh, y diligentemente subió al aeroplano. Despegó, voló alrededor del campo unos minutos y luego dirigió el avión contra el viento e hizo nueve rizos consecutivos acabando con un caída de ala. Observándolo, Corrigan y el mecánico se convencieron de que Lindbergh sabía volar.
Y Lindbergh decidió que Ryan construyera el “Spirit of St. Louis”. |